Ya no será tan fácil inscribir un partido político en el Registro de Organizaciones Políticas (ROP) del Jurado Nacional de Elecciones (JNE). Los nuevos partidos habrán de saltar una valla triplemente alta, desde diciembre próximo.
Ahora, la cantidad verificada de firmas de adherencia se ha incrementado de 1 por ciento (vigente hasta ahora) al 3 por ciento de los ciudadanos que sufragaron en la última elección de alcance nacional. Es decir, en adelante, este requisito será de 493,992 firmas, y ya no de 164,664.
Este cambio fue recientemente oficializado por el JNE, al poner en vigencia la única disposición transitoria de la ley 29490, la cual establece que "la solicitud de inscripción de organizaciones políticas debe estar acompañada por el 3 por ciento de adherentes, y se aplica una vez concluido el proceso de elecciones de 2011".
Sin duda, esta norma tiene la finalidad de desalentar la proliferación de partidos y otras organizaciones políticas. Estas emergen principalmente en época preelectoral en todo el territorio nacional: los expertos consideran que este fenómeno, si bien es democrático, perjudica a la institucionalidad del estado de derecho y la gobernabilidad del país.
La historia electoral y la realidad política de las últimas décadas demuestran la aparición de decenas y cientos de organizaciones políticas solo de coyuntura, únicamente para accionar en las campañas electorales, tras las cuales desaparecen sin haber moldeado proyectos políticos de largo aliento, ni forjar institucionalidad partidaria.
Por cierto, al mando de estas agrupaciones intrascendentes existen ciudadanos que se sienten líderes, conductores de masas, iluminados salvadores de la nación, que prefieren incursionar en la política con su propio partido y no desean adherirse a alguno ya establecido. Como se dice figuradamente: todos quieren ser cabeza de ratón y nadie, cola de león.
Lo cierto es que actualmente continúa la gran demanda de kits o planillones para recabar firmas e inscribir partidos políticos en el ROP. Esta fiebre del partido propio nunca bajó, al punto que, desde 2001, la ONPE vendió nada menos que 1,160 kits para la inscripción de partidos políticos de carácter nacional; es decir, a razón de 116 de promedio anual. En lo que va del presente año, 76 kits fueron adquiridos por potenciales partidos, 47 de ellos ya después de la segunda vuelta de las elecciones generales de 2011.
Y está muy bien que los ciudadanos decidan y se comprometan a participar en los asuntos de la cosa pública. Es más, es lo que corresponde a todo ciudadano preocupado y responsable con su país: el ejercicio pleno de sus derechos y deberes políticos en el marco de la democracia y al amparo de las leyes.
Politólogos y analistas coinciden en que la fugacidad de las organizaciones políticas no es constructiva y que más bien resulta contraproducente para una mejor marcha del sistema democrático y la gobernabilidad. Consideran que su multiplicación es signo de una democracia endeble e inmadura.
Actualmente, ciertos partidos en el Perú constituyen núcleos sin ideología definida y cuentan con apoyo social fluctuante y volátil. A sus líderes poco les preocupa el futuro partidario y la nación, pero aprovechan el vacío político para llegar al poder sin un proyecto serio, real y planificado.
Al surgir como grupos ocasionales y de confrontación, más que ayudar a una adecuada representación electoral, genera nociva dispersión y escasa representatividad. Devienen, pues, en cuerpos precarios que no fomentan un rumbo adecuado y serio del país.
Para una pequeña nación, como la del Perú, resulta excesivo contar, hoy, con 28 partidos políticos debidamente inscritos en el JNE. Es más, a ellos podrían sumarse otros siete que están en proceso de inscripción. Es decir, para los próximos comicios tendríamos por lo menos 35 partidos disputándose los cargos de la elección popular. Esto, además de cientos de organizaciones regionales y locales participantes.
Se espera que la nueva valla de firmas establecida para la inscripción de partidos dé lugar a la disminución de las organizaciones políticas y genere la formación de pocos pero verdaderos partidos. ¿Funcionará la triplicada valla en este cometido?
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