III Corrupción y República Peruana:
en el Perú la clase alta está
profundamente corrompida
Así como Alfonso Quiroz siguió en parte la
ruta vital de Antonio de Ulloa para comentarnos como se hacía en la
época del Virreinato, sigue ahora a tres personajes del Siglo XIX para
comentarnos cómo fue la vaina en la República: Domingo Elías (1805-1867), Francisco
García Calderón Landa, destinado a ser Presidente del Perú en luctuosa
ocasión, y Manuel González Prada, referente de la post-guerra del
Pacífico. Con José de San Martín y Bernardo Monteagudo se declara
la Independencia
del Perú, pero aclaremos que no gobernaban para la salud del Perú sino para la
seguridad del Río de la Plata
y Chile, y si ello significaba arruinar económicamente al Perú, caballero nomás.
Ello explica lo que Quiroz describe llanamente como Saqueo Patriota,
que incluyó movidas como las expropiaciones abusivas, el control de las aduanas
y los asientos mineros, los cupos y sobornos institucionalizados, el
omnipresente contrabando, rasgos que nos contaron en el colegio para justificar
la postración en que caímos: los invasores que vinieron a proclamar la
libertad e independencia eran crueles, rapaces, carentes de principios e
incapaces (William Tudor a John Quincy Adams, 1824). A los
males de la Colonia
– particularmente el Contrabando – se añadieron nuevos negociados, de los que
los empréstitos, préstamos y la Deuda Externa consiguiente inaugurarían formatos
de corrupción que hoy las argollas ya manejan a cabalidad. La república sumó
redes clientelares a los patronazgos caudillescos heredados del Virreinato,
después de todo ya no eran sólo las armas las que otorgan poder. La mayoría de
los nombres de la época (Santa Cruz, la asociación Gamarra-Gutiérrez
de la Fuente,
Riva Agüero, La Mar,
Castilla, Echenique, etcétera) eran cabezas de redes
clientelares, todos ellos parte del Ejército realista que voltearon casaca en
su momento. El proteccionismo se planteó por Agustín Gamarra no como
política de progreso, sino como efectivo chantaje a los comerciantes y
capitalistas nacionales, en un momento en que los extranjeros no se dejaban
expoliar. La técnica de “rodear al príncipe” se perfecciona en esta
época: Francisca Zubiaga, “la mariscala”, esposa de Gamarra,
tenía su propia red de monopolistas de la harina, vinculados a su vez con los
exportadores de trigo. El estudio del naciente capitalismo peruano (Francisco
Quirós, Domingo Elías, Pedro Gonzales Candamo, Manuel Argumaniz)
complementa esta interesante sección del libro. Es notable la descripción del
largo gobierno de Ramón Castilla, tradicionalmente considerado de
estabilización de la
República. Y aquí se trata del Guano, el escándalo de la Consolidación de la Deuda Interna, los
movimientos financieros de pago del estado a los propietarios de esclavos, el
surgimiento de los Piérola como corruptos administradores del estado,
las sucesivas renegociaciones de la deuda externa, y la administración contaminada
del crédito público.
Entre 1860 y 1883 se caminó hacia el desastre: La Guerra del Pacífico. Una
fuente importante de Quiroz es el Diario de Heinrich Witt,
miembro de la elite de negocios limeña entre 1860 y 1870, y consignatario del
guano para Alemania. Siendo él mismo protestante, sus observaciones morales
resultan interesantes de contrastar: Aprecia positivamente a Manuel Pardo y
Barreda y a Francisco Garcïa Calderón; en cambio sospechaba y temía
a individuos como José Gregorio Paz Soldán, Henry Meiggs, Nicolás
de Piérola y en general a toda la argolla de Echenique. La atmósfera
limeña de aquellos años ha de haber sido casi irrespirable, no importa lo que
tradicionistas digan. Los conflictos de intereses eran cosa de todos los días y
muy elevados los costos de transacción, pues todas las operaciones financieras
y económicas tenían base y cupo en el amiguismo, el clientelismo y la
corruptela. La Corrupción
opera parasitando las líneas por donde circula la plata, en esta etapa eso es
guano y salitre. Por eso cuando España envía la Expedición Científica
golpea en la misma médula al Perú al ocupar las Islas Chincha, punto de
extracción del guano e inicio de la cadena de la Corrupción. Es
probable que por esa razón ganáramos esta Guerra en el Dos de Mayo de 1866. Las
manipulaciones políticas implicaban reordenar el reparto del botín entre las
diversas argollas, pero la que se llevó la palma fue la que Quiroz llama
infame Contrato Dreyfus en donde las argollas y sus aliados extranjeros
se enfrentan entre sí. Nicolás de Piérola se hace cabeza de Argolla y testaferro
de Dreyfus en el Perú, y de hecho en el principal responsable individual
del desastre financiero posterior y la derrota en la Guerra del Pacífico, lo que
no obstó para que, financiado por el amigo Dreyfus, volviera a ser
Presidente, habilidad cotizada aún hoy en día. Henry Meiggs es personaje
vinculado a Piérola, que merecería a nuestro entender una biografía sumamente
detallada, él construye los ferrocarriles más caros del mundo, entre otros
detalles. Las guerras, como se sabe, son río revuelto, la Guerra con Chile no fue
excepcional. Se cedió Tarapacá a pesar de toda la sangre demarrada para
evitarlo, dejando una herida abierta hasta hoy. Puede que uno de los regímenes
más corrompidos del Perú – y esto es decir - haya sido el de Miguel Iglesias,
firmante del Tratado de Ancón, que no se pudo llevar más porque no había nada
qué llevarse después del profundo cepillo que Chile le propinó al Perú, pero
que significó la mayor rebaja de la moralidad pública que se hubiera visto
jamás.
(Cabe otro Paréntesis: ¿Es la Corrupción un
acompañante eterno del devenir político de las naciones? Estamos tentados a
creerlo. Incluso se la considera contrapeso necesario de la Libertad, parece fuera
necesario transar con la corrupción si queremos que haya Democracia. Resolver
este dilema resulta imperativo.)
IV Continuidad de la Corrupción:
Todo hombre tiene su precio, y
el sistema mucha plata
Tras los gobiernos del Segundo Militarismo y
hegemonía de Andrés Avelino Cáceres, vuelve Nicolás de Piérola de
su dorado exilio en París, que parece lugar privilegiado para los Corruptos,
dígolo sin más intención que apreciar el buen gusto. No creemos en dibujos
animados donde los buenos y los malos pelean: Lo objetivo es que no hay ni unos
ni otros – Piérola era testaferro de Dreyfus, Cáceres de Grace,
así que ya vemos por quienes morían los montoneros de ambos bandos. Apliquemos
lo que aprendemos, abandonemos ese palto del que nos paramos cayendo, enseñemos
y aprendamos Historia y Política en serio. El wishful thinking y las
frustraciones consiguientes con el que rodeamos nuestras creencias políticas
son francamente ridículas hasta para los chiquillos de hoy. Tanto el Contrato
Grace de Cáceres como las cacareadas medidas económicas de Piérola
entre 1895 y 1899 fueron instrumento de exacciones y corruptelas, y si
funcionaron bien, no fue por ser esa su intención. Con Cáceres fuera del
juego político y el ala izquierda pierolista desgajada, Piérola entrega
el país a los civilistas: En el temprano Siglo XX, el país había sido
parcialmente modernizado e institucionalizado. En consecuencia el patrón
violento y venal del pierolismo se había debilitado. Para remozar los medios
oscuros con qué conseguir y conservar el poder, es decir, para reinventar las
estrategias corruptas del Califa, era necesario que apareciera un nuevo tipo de
líder. El único político que mostraba semejante perfil era Augusto B. Leguía,
en varios sentidos un discípulo aventajado de Piérola. Leguía prueba
las mieles del poder en su primer período de 1908 a 1912, y forma en este
período la Argolla
que exprimirá al Perú durante el Oncenio, con apellidos que podemos reconocer
por sus actuales descendientes portadores de los mismos: Eulogio Romero,
Germán y Roberto Leguía, Julio Ego-Aguirre, Jorge Polar,
Juan Antonio Trelles, Víctor Larco Herrera, Pedro Muñiz, Rafael
Grau, Alberto Salomón, Pedro José Rada y Gamio, Celestino
Manchego Muñoz, Alejandrino Maguiña, Pedro Larrañaga, Julio
César Arana, etcétera. La carrera política de Leguía, cuyo Oncenio
(1919 – 1930) marcó niveles extraordinarios de Corrupción declarada, abyección
en el lenguaje y conducta, es semejante en mucho a la de Alberto Fujimori,
quien se haría con el poder en 1990 hasta el 2001.
La formación, desarrollo y consolidación de
Argollas que ejercen la corrupción organizada caracteriza así el Siglo XX
peruano. Nos parece que un estudio detallado sobre las Argollas en el Perú
resultaría en un complemento indispensable a esta Historia de la Corrupción en el Perú.
La Argolla
civilista de los hermanos Prado (Mariano Ignacio, Javier, Jorge y
Manuel) se dio el lujo de deponer al Presidente Billinghurst,
poner al Coronel Óscar Benavides como Presidente Provisorio, y devolver
el poder a los civilistas. Benavides volvería posteriormente a ser
Presidente, cabeza de su propia Argolla, que negociará con los Prado y
hará de Manuel Presidente del Perú entre 1939 y 1945. La aparatosa caída
de Leguía y su Argolla (1930) abrió paso a la novísima de Luis Miguel
Sánchez Cerro, enfrentada con el Apra. El Partido Aprista y las Izquierdas
se convierten en duros opositores del sistema de cosas, contra ellos todas las
Argollas se combinan para evitar que lleguen al poder. Los acontecimientos
internacionales se mezclan al devenir político nacional y para variar llega un
hombre honesto – si bien aparentemente ingenuo - a la presidencia de la
república: José Luis Bustamante y Rivero, apoyado por el Apra, ya
organizada como Argolla, para lo que cuenta con ventajas indudables en
comparación con las de otras procedencias, como se demuestra por su
supervivencia tras la muerte de Víctor Raúl Haya de la Torre en 1979. Cuando Bustamante
trata de gobernar con cierta racionalidad le pasa lo mismo que al Ulloa
de dos siglos atrás, y es depuesto por la acción combinada de los apristas y la
extrema derecha, resultando en nuevo presidente militar: Manuel A. Odría,
quien, naturalmente, tenía su propia Argolla. A excepción de la Argolla aprista – de
notable permanencia - las demás se suceden unas a otras: Al clientelismo
sanchezcerrista le sigue el de Benavides, a éste el de Odría.
Vuelve al poder la Argolla
de los Prado, y surge un período reformista en la política peruana con
Acción Popular, la
Democracia Cristiana, el Movimiento Social Progresista y
otras agrupaciones políticas. Llega el muy atípico Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada
(1968-1975 y 1975-1980), cuyas Argollas se merecen estudio aparte. Y por último
las Argollas Populista (en apariencia heredada por el Perú Posibilismo),
Aprista y Fujimorista de nuestros días, consecuencia básica de su
enfrentamiento con la
Argolla Maoísta- Pensamiento Gonzalo de Sendero Luminoso.
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