Comite Anticorrupcion de Carabayllo

martes, 22 de octubre de 2013

II PARTE DE LA CORRUPCION EN EL PERU



III  Corrupción y República Peruana: 
en el Perú la clase alta está profundamente corrompida

Así como Alfonso Quiroz siguió en parte la ruta vital de Antonio de Ulloa para comentarnos como se hacía en la época del Virreinato, sigue ahora a tres personajes del Siglo XIX para comentarnos cómo fue la vaina en la República: Domingo Elías (1805-1867), Francisco García Calderón Landa, destinado a ser Presidente del Perú en luctuosa ocasión, y Manuel González Prada, referente de la post-guerra del Pacífico. Con José de San Martín y Bernardo Monteagudo se declara la Independencia del Perú, pero aclaremos que no gobernaban para la salud del Perú sino para la seguridad del Río de la Plata y Chile, y si ello significaba arruinar económicamente al Perú, caballero nomás. Ello explica lo que Quiroz describe llanamente como Saqueo Patriota, que incluyó movidas como las expropiaciones abusivas, el control de las aduanas y los asientos mineros, los cupos y sobornos institucionalizados, el omnipresente contrabando, rasgos que nos contaron en el colegio para justificar la postración en que caímos: los invasores que vinieron a proclamar la libertad e independencia eran crueles, rapaces, carentes de principios e incapaces (William Tudor a John Quincy Adams, 1824). A los males de la Colonia – particularmente el Contrabando – se añadieron nuevos negociados, de los que los empréstitos, préstamos y la Deuda Externa consiguiente inaugurarían formatos de corrupción que hoy las argollas ya manejan a cabalidad. La república sumó redes clientelares a los patronazgos caudillescos heredados del Virreinato, después de todo ya no eran sólo las armas las que otorgan poder. La mayoría de los nombres de la época (Santa Cruz, la asociación Gamarra-Gutiérrez de la Fuente, Riva Agüero, La Mar, Castilla, Echenique, etcétera) eran cabezas de redes clientelares, todos ellos parte del Ejército realista que voltearon casaca en su momento. El proteccionismo se planteó por Agustín Gamarra no como política de progreso, sino como efectivo chantaje a los comerciantes y capitalistas nacionales, en un momento en que los extranjeros no se dejaban expoliar.  La técnica de “rodear al príncipe” se perfecciona en esta época: Francisca Zubiaga, “la mariscala”, esposa de Gamarra, tenía su propia red de monopolistas de la harina, vinculados a su vez con los exportadores de trigo. El estudio del naciente capitalismo peruano (Francisco Quirós, Domingo Elías, Pedro Gonzales Candamo, Manuel Argumaniz) complementa esta interesante sección del libro. Es notable la descripción del largo gobierno de Ramón Castilla, tradicionalmente considerado de estabilización de la República. Y aquí se trata del Guano, el escándalo de la Consolidación de la Deuda Interna, los movimientos financieros de pago del estado a los propietarios de esclavos, el surgimiento de los Piérola como corruptos administradores del estado, las sucesivas renegociaciones de la deuda externa, y la administración contaminada del crédito público.

Entre 1860 y 1883 se caminó hacia el desastre: La Guerra del Pacífico. Una fuente importante de Quiroz es el Diario de Heinrich Witt, miembro de la elite de negocios limeña entre 1860 y 1870, y consignatario del guano para Alemania. Siendo él mismo protestante, sus observaciones morales resultan interesantes de contrastar: Aprecia positivamente a Manuel Pardo y Barreda y a Francisco Garcïa Calderón; en cambio sospechaba y temía a individuos como José Gregorio Paz Soldán, Henry Meiggs, Nicolás de Piérola y en general a toda la argolla de Echenique. La atmósfera limeña de aquellos años ha de haber sido casi irrespirable, no importa lo que tradicionistas digan. Los conflictos de intereses eran cosa de todos los días y muy elevados los costos de transacción, pues todas las operaciones financieras y económicas tenían base y cupo en el amiguismo, el clientelismo y la corruptela. La Corrupción opera parasitando las líneas por donde circula la plata, en esta etapa eso es guano y salitre. Por eso cuando España envía la Expedición Científica golpea en la misma médula al Perú al ocupar las Islas Chincha, punto de extracción del guano e inicio de la cadena de la Corrupción. Es probable que por esa razón ganáramos esta Guerra en el Dos de Mayo de 1866. Las manipulaciones políticas implicaban reordenar el reparto del botín entre las diversas argollas, pero la que se llevó la palma fue la que Quiroz llama infame Contrato Dreyfus en donde las argollas y sus aliados extranjeros se enfrentan entre sí. Nicolás de Piérola se hace cabeza de Argolla y testaferro de Dreyfus en el Perú, y de hecho en el principal responsable individual del desastre financiero posterior y la derrota en la Guerra del Pacífico, lo que no obstó para que, financiado por el amigo Dreyfus, volviera a ser Presidente, habilidad cotizada aún hoy en día. Henry Meiggs es personaje vinculado a Piérola, que merecería a nuestro entender una biografía sumamente detallada, él construye los ferrocarriles más caros del mundo, entre otros detalles. Las guerras, como se sabe, son río revuelto, la Guerra con Chile no fue excepcional. Se cedió Tarapacá a pesar de toda la sangre demarrada para evitarlo, dejando una herida abierta hasta hoy. Puede que uno de los regímenes más corrompidos del Perú – y esto es decir - haya sido el de Miguel Iglesias, firmante del Tratado de Ancón, que no se pudo llevar más porque no había nada qué llevarse después del profundo cepillo que Chile le propinó al Perú, pero que significó la mayor rebaja de la moralidad pública que se hubiera visto jamás.   

(Cabe otro Paréntesis: ¿Es la Corrupción un acompañante eterno del devenir político de las naciones? Estamos tentados a creerlo. Incluso se la considera contrapeso necesario de la Libertad, parece fuera necesario transar con la corrupción si queremos que haya Democracia. Resolver este dilema resulta imperativo.) 

IV  Continuidad de la Corrupción: 
Todo hombre tiene su precio, y el sistema mucha plata

Tras los gobiernos del Segundo Militarismo y hegemonía de Andrés Avelino Cáceres, vuelve Nicolás de Piérola de su dorado exilio en París, que parece lugar privilegiado para los Corruptos, dígolo sin más intención que apreciar el buen gusto. No creemos en dibujos animados donde los buenos y los malos pelean: Lo objetivo es que no hay ni unos ni otros – Piérola era testaferro de Dreyfus, Cáceres de Grace, así que ya vemos por quienes morían los montoneros de ambos bandos. Apliquemos lo que aprendemos, abandonemos ese palto del que nos paramos cayendo, enseñemos y aprendamos Historia y Política en serio. El wishful thinking y las frustraciones consiguientes con el que rodeamos nuestras creencias políticas son francamente ridículas hasta para los chiquillos de hoy. Tanto el Contrato Grace de Cáceres como las cacareadas medidas económicas de Piérola entre 1895 y 1899 fueron instrumento de exacciones y corruptelas, y si funcionaron bien, no fue por ser esa su intención. Con Cáceres fuera del juego político y el ala izquierda pierolista desgajada, Piérola entrega el país a los civilistas: En el temprano Siglo XX, el país había sido parcialmente modernizado e institucionalizado. En consecuencia el patrón violento y venal del pierolismo se había debilitado. Para remozar los medios oscuros con qué conseguir y conservar el poder, es decir, para reinventar las estrategias corruptas del Califa, era necesario que apareciera un nuevo tipo de líder. El único político que mostraba semejante perfil era Augusto B. Leguía, en varios sentidos un discípulo aventajado de Piérola. Leguía prueba las mieles del poder en su primer período de 1908 a 1912, y forma en este período la Argolla que exprimirá al Perú durante el Oncenio, con apellidos que podemos reconocer por sus actuales descendientes portadores de los mismos: Eulogio Romero, Germán y Roberto Leguía, Julio Ego-Aguirre, Jorge Polar, Juan Antonio Trelles, Víctor Larco Herrera, Pedro Muñiz, Rafael Grau, Alberto Salomón, Pedro José Rada y Gamio, Celestino Manchego Muñoz, Alejandrino Maguiña, Pedro Larrañaga, Julio César Arana, etcétera. La carrera política de Leguía, cuyo Oncenio (1919 – 1930) marcó niveles extraordinarios de Corrupción declarada, abyección en el lenguaje y conducta, es semejante en mucho a la de Alberto Fujimori, quien se haría con el poder en 1990 hasta el 2001.

La formación, desarrollo y consolidación de Argollas que ejercen la corrupción organizada caracteriza así el Siglo XX peruano. Nos parece que un estudio detallado sobre las Argollas en el Perú resultaría en un complemento indispensable a esta Historia de la Corrupción en el Perú. La Argolla civilista de los hermanos Prado (Mariano Ignacio, Javier, Jorge y Manuel) se dio el lujo de deponer al Presidente Billinghurst, poner al Coronel Óscar Benavides como Presidente Provisorio, y devolver el poder a los civilistas. Benavides volvería posteriormente a ser Presidente, cabeza de su propia Argolla, que negociará con los Prado y hará de Manuel Presidente del Perú entre 1939 y 1945. La aparatosa caída de Leguía y su Argolla (1930) abrió paso a la novísima de Luis Miguel Sánchez Cerro, enfrentada con el Apra. El Partido Aprista y las Izquierdas se convierten en duros opositores del sistema de cosas, contra ellos todas las Argollas se combinan para evitar que lleguen al poder. Los acontecimientos internacionales se mezclan al devenir político nacional y para variar llega un hombre honesto – si bien aparentemente ingenuo - a la presidencia de la república: José Luis Bustamante y Rivero, apoyado por el Apra, ya organizada como Argolla, para lo que cuenta con ventajas indudables en comparación con las de otras procedencias, como se demuestra por su supervivencia tras la muerte de Víctor Raúl Haya de la Torre en 1979. Cuando Bustamante trata de gobernar con cierta racionalidad le pasa lo mismo que al Ulloa de dos siglos atrás, y es depuesto por la acción combinada de los apristas y la extrema derecha, resultando en nuevo presidente militar: Manuel A. Odría, quien, naturalmente, tenía su propia Argolla. A excepción de la Argolla aprista – de notable permanencia - las demás se suceden unas a otras: Al clientelismo sanchezcerrista le sigue el de Benavides, a éste el de Odría. Vuelve al poder la Argolla de los Prado, y surge un período reformista en la política peruana con Acción Popular, la Democracia Cristiana, el Movimiento Social Progresista y otras agrupaciones políticas. Llega el muy atípico Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada (1968-1975 y 1975-1980), cuyas Argollas se merecen estudio aparte. Y por último las Argollas Populista (en apariencia heredada por el Perú Posibilismo), Aprista y Fujimorista de nuestros días, consecuencia básica de su enfrentamiento con la Argolla Maoísta- Pensamiento Gonzalo de Sendero Luminoso.    
        




 

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