Históricamente la exégesis bíblica
sobre el tema de las relaciones hombre-mujer ha sido exclusivamente jerárquica.
Solamente a partir de la última generación un número importante de exégetas
han mantenido que las Escrituras enseñan igualdad y sumisión mutua en vez de
jerarquía entre los dos sexos.
¿Se debe
considerar que el abandono de una interpretación tradicionalista significa al
mismo tiempo un abandono de la autoridad bíblica? Muchos evangélicos temen
llegar a conclusiones diferentes de las que durante siglos se han mantenido,
pensando que de alguna forma se está atentando contra la autoridad de las
Escrituras.
Sin embargo, si
estudiamos la historia de la exégesis, observamos que el abandono de la
interpretación tradicional no siembre significó el abandono de la autoridad bíblica.
Es el caso, por ejemplo, de la Reforma del siglo XVI y del movimiento
abolicionista del siglo XIX.
En el caso
concreto de la mujer, durante siglos se defendió que su status subordinado se
basaba en su naturaleza inferior. Hoy día, los que defienden dicha subordinación
la basan en el concepto de "igualdad esencial y diferenciación
funcional", sin que por ello piensen que están atentando contra los
supuestos hermenéuticos que usaban quienes defendían la inferioridad de la
mujer estaban equivocados.
Así por
ejemplo, Agustín de Hipona pensaba que la mujer sola por sí misma, no es la
imagen de Dios. Para Tomás de Aquino, está de forma natural sujeta al hombre,
porque en el hombre predomina la razón. Este concepto sobre la mujer no cambió
con la llegada de la Reforma. Tanto Lutero como Calvino pensaban que la mujer
era inferior al hombre. En palabras de éste último "las mujeres por
naturaleza (esto es, por la ley natural de Dios) nacen para obedecer, porque
todos los hombres sabios siempre han rechazado el gobierno de las mujeres, como
monstruosidad contranatura".
Todos ellos
estaban convencidos de que sus puntos de vista descansaban en bases bíblicas,
sin darse cuenta de que sus propios horizontes culturales les habían conducido
realmente a una exégesis errónea. La tradición, por tanto, no siempre nos
deja los mejores ejemplos de exégesis.
Por otra parte,
se puede pensar que actualmente también estamos influenciados por nuestro
horizonte cultural, y por tanto, tener recelos ante los cambios que se están
produciendo en la exégesis de los textos referentes a la relación
hombre-mujer. Sin embargo, aunque eso es algo de lo que nadie está exento,
también es posible que el horizonte cultural presente esté corrigiendo una
interpretación errónea del pasado, debido a que dicho horizonte cultural se
basaba en supuestos falsos. Por otra parte, a lo largo de la historia se han
levantado voces a favor de la igualdad y la sumisión mutua en las relaciones
hombre-mujer, en momentos en los que mantener dichas posturas era contrario a la
posición que prevalecía en la sociedad (Katherine Zell, George Fox, Margaret
Fell, William y Catherine Booth, Katherine C. Bushnell, etc.).
En realidad,
hoy disponemos de unos conocimientos lingüísticos e históricos que nos ayudan
a hacer una exégesis más exacta del texto bíblico, puesto que la exégesis no
sólo depende del horizonte cultural del exégeta sino también del conocimiento
que se tenga del horizonte cultural del propio texto. Por otra parte, es un
error recurrir sólo a ciertos versículos a través de los cuales interpretar
el resto de la Palabra, como se hace con frecuencia, en vez de recurrir a toda
la información que corporativamente nos ofrecen las Escrituras. En muchos
casos, los demás textos han sido desfigurados porque desde el primer momento se
han examinado a través del prisma dogmático, forzándolos a decir solamente lo
requerido por una determinada tradición teológica.
Una vez hechos
estas reflexiones previas, pasemos al análisis de algunas de las
interpretaciones que tradicionalmente se han usado para limitar el liderazgo de
la mujer en la iglesia.
PRIORIDAD EN LA
CREACIÓN
En primer lugar
vamos a analizar lo que se ha venido en llamar la "prioridad de la Creación".
De acuerdo con esta posición, Dios estableció la jerarquía hombre-mujer con
anterioridad a la Caída, lo cual justifica la prioridad del liderazgo de los
hombres en la iglesia, la familia y la sociedad, aunque en este último caso ya
no se mantenga. (Sin embargo, a principios de siglo, en pleno movimiento
sufragista, todavía se apelaba a las Escrituras para negar el voto a las
mujeres, por considerar que su papel de subordinadas les impedía estar en
paridad política con los hombres).
Del análisis
de Génesis 1:26-28 podemos decir lo siguiente:
La designación
"hombre" es un genérico para "seres humanos", que incluye
tanto al hombre como a la mujer. Esto se ve todavía más claro en Génesis
5:2
A los dos se les asigna la tarea
de señorear la tierra. Es por eso que el verbo en hebreo está en plural:
"tengan potestad". La mujer no formaba parte de la creación sobre
la cual el hombre iba a tener dominio. Ambos son igualmente autorizados por
Dios para actuar como sus vice-regentes en la tarea de señorear la tierra.
Tanto el hombre como la mujer son
portadores de la imagen de Dios, por lo que lo femenino refleja la imagen de
Dios tanto como lo masculino.
Los llamados
Padres de la Iglesia, aunque equivocados, al menos eran coherentes cuando
postulaban que la naturaleza subordinada de la mujer le impedía simbolizar la
excelencia de la imagen divina. Hoy día, sin embargo, los que defienden dicha
subordinación mantienen que la mujer también es portadora de la imagen divina,
pero en ese caso, ¿cómo puede ser uno subordinado al otro si los dos géneros
están contenidos dentro de su Ser?
En este relato del proyecto creador
de Dios no hay nada que indique que el propósito de la diferenciación sexual
tuviera la intención de que una mitad de la humanidad gobernara a la otra
mitad. Por otra parte, el hecho de que no se haga ninguna referencia a roles de
autoridad entre el hombre y la mujer en un capítulo que está impregnado del
concepto de organización jerárquica (el universo entero, desde las estrellas
en el firmamento hasta los peces en el mar, es cuidadosamente organizado en una
jerarquía de orden), indica que su relación era de igualdad y reciprocidad y
que cualquier concepto de supremacía de uno sobre otro le es ajeno y no puede
ser impuesto sobre él. Tal principio ni se menciona ni está implícito en el
relato de la Creación.
Pasemos ahora a
analizar el argumento de que Eva fue creada como "ayuda idónea" para
él, y que tanto subordinada a él. Como el análisis lingüístico debe
preceder siempre a la interpretación teológica, vamos a pasar, en primer
lugar, al análisis de la palabra "ayuda".
La palabra
"ayuda" aparece 21 veces en el Antiguo Testamento, y se usa
generalmente para referirse a Dios cuando se encuentra ocupado en actividades de
socorro, alivio, consuelo o redención entre su pueblo (Exodo 18:4: Deuteronomio
33:7, 26, 29; Salmos 33:20, etc...). Si el término "ayuda" implica
necesariamente subordinación, en ese caso Dios se subordina a los seres
humanos. En realidad, el término "ezer" significa etimológicamente
"un poder o fuerza que puede salvar". La palabra viene de dos raíces,
una que significa "rescatar", "salvar", y otra que significa
"ser fuerte". Por lo tanto, el sacar de la palabra "ayuda",
referida a Eva, el sentido de una persona subordinada contradice su uso
constante en el Antiguo Testamento.
Por otra parte,
el término hebreo "knegdwo", que en español traducimos como "idónea",
en el original está formado por dos preposiciones y un pronombre. La primera
preposición significa "igual", "como". La segunda significa
"enfrente", en el sentido de uno que está en la presencia de otro
como un igual. Por lo tanto, Eva sería, como Adán, de la misma clase y
especie, alguien igual a él.
Es interesante
notar cómo traduce este término la Septuaginta al griego. En el verso 18 usa
la preposición "kata", que implica una comparación entre iguales, es
decir, alguien colocado en otro lugar, ocupando la misma posición. En el verso
20 usa la palabra "homoios", que significa "igual en
fuerza", "del mismo rango".
Por lo tanto,
el hecho de que en español y otras lenguas, la expresión "ayuda idónea"
pueda hacer referencia a personas subordinadas no debe hacernos caer en el error
exegético de imponer al texto nuestro propio pensamiento.
Además, la
creación de Eva no tuvo como objetivo principal resolver la soledad de Adán.
En realidad respondía a una necesidad ontológica derivada de la misma
naturaleza de Dios: lo femenino era también un aspecto de la "Imago Dei",
por eso cuando en Génesis 1:26 se nos narra la solemne decisión divina de
crear al género humano, la mujer ya formaba parte de ese plan.
Resumiendo,
podemos decir que la teoría de que el hombre tiene que ejercer el liderazgo
porque fue creado primero, no se puede deducir ni implícita ni explícitamente
del relato de Génesis 1 y 2. La primacía temporal por sí misma no confiere un
rango superior. En ese caso, los animales deberían señorearse de los humanos,
ya que fueron creados primero. Por otra parte, una aplicación honesta de dicha
teoría requeriría que ningún hombre, excepto los primogénitos, tuvieran
posición de liderazgo sobre sus hermanos en la iglesia y en la familia.
En los textos de la creación está
visiblemente ausente cualquier referencia a un mandato divino en el sentido de
que el hombre ejerza autoridad sobre la mujer. Si tal estructura hubiera formado
parte del propósito de Dios, habría sido claramente ordenado como en los otros
casos. La total ausencia de tal comisión indica que no formaba parte de la
intención de Dios, por lo que antes de la Caída ambos disfrutaron de una
relación de completa igualdad.
PRIORIDAD DE
CULPA
Los exégetas
que mantienen una posición jerárquica en las relaciones hombre-mujer,
mantienen que la Caída se produjo no sólo por la desobediencia a la orden
divina, sino también porque la relación señalada por Dios entre los dos sexos
fue violada. La conclusión es que sólo puede haber desastre cuando el orden
establecido por Dios se viola.
Esta
interpretación presenta varios problemas:
-
Si con anterioridad a la Caída ya existía una relación jerárquica, ¿por qué la maldición para la mujer consistió en que el hombre se enseñorease de ella?
2. Si el pecado
de Eva hubiera sido la usurpación del liderazgo masculino, lo lógico es que
hubiera sido recriminada por ello. Dios pide cuentas a Eva por haber
desobedecido la orden, pero no por haber tomado la iniciativa.
-
Si la consecuencia de la violación del orden establecido por Dios es el desastre, ¿cómo es que a lo largo de la Biblia aparecen mujeres que asumieron posiciones de liderazgo tanto a nivel familiar, como político, como religioso y no provocaron ningún desastre, sino todo lo contrario; fueron de bendición para su familia, liberaron al pueblo de la opresión de sus enemigos e iniciaron un avivamiento espiritual?
Del relato de Génesis
3 no se puede deducir que hubiera ninguna relación jerárquica entre Adán y
Eva con anterioridad la Caída. La relación de subordinación empezó como
consecuencia de la misma, pero no formaba parte de los planes originarios de
Dios en la Creación. En realidad en el versículo 16 se está haciendo una
descripción de lo que va a ocurrir como consecuencia del pecado y no una
prescripción, ya que en las lenguas semíticas el futuro, como el aoristo,
nunca implica un sentido de obligación. Por otra parte, si Génesis 3:16
describiera los efectos de la Caída como regla normativa a seguir, igualmente
deberíamos promover el pecado y la muerte, puesto que también fueron
consecuencias de la Caída.
En este punto
puede resultar interesante saber cómo interpretó Jesús el relato de la creación.
Es importante notar que no mencionó para nada el principio de jerarquía, y sí
de igualdad. Cuando Jesús respondió a la pregunta de los fariseos sobre el
divorcio (Mateo 19:3-10), no basó su enseñanza ni en la Caída ni en el
Antiguo Pacto, sino que la basa en el ideal de la Creación. El marco de
referencia que usó para la definición de las relaciones hombre-mujer fue el
relato de Génesis 1 y 2. Génesis 3 y sus consecuencias debían ser vistas como
desviaciones del modelo original. Por tanto, la nueva comunidad establecida por
Jesús, lo normativo es el modelo de la Creación, quedando abrogada la
estructura jerárquica que se había derivado de la Caída.
Para los exégetas
que defienden la subordinación de la mujer, la redención no alteró la relación
hombre-mujer, porque dicha relación fue establecida antes de la Caída, aunque
tal conclusión no se desprenda ni del relato de la Creación, ni de la
interpretación que Jesús hizo del mismo.
EL LIDERAZGO DE
LA MUJER
Los exégetas
que defienden que la subordinación de la mujer fue establecida en la Creación,
mantienen que las Escrituras enseñan que el gobierno, el liderazgo, la
responsabilidad y la iniciativa recaen sobre los hombres y que la mujer debe
seguir, obedecer y depender de él en sus decisiones y actuaciones para no caer
en el error de Eva. Según estos exégetas, Eva fue engañada y en su decepción
asumió el liderazgo sobre Adán. Tan catastrófico fue el efecto de ese acto
que nunca más, por determinación divina, se le permitiría asumir ninguna
posición de liderazgo sobre el hombre. Vayamos a las Escrituras para comprobar
si esto es así.
1. El
liderazgo de la mujer en el Antiguo Testamento.
Cuando leemos
el Antiguo Testamento observamos que hubo mujeres que asumieron posiciones de
liderazgo, tanto en la vida religiosa, como en la civil, como en la familiar.
El ministerio
profético era la más alta función religiosa en el Antiguo Pacto. El pueblo
hablaba a Dios a través del sacerdote, pero Dios hablaba al pueblo a través
del profeta. Entre estos profetas se cita a María, que había sido nombrada por
Dios como líder sobre Israel, junto con Moisés y Aarón, según leemos en
Miqueas 6:4.
También se
menciona a Hulda, profetisa que ejerció su ministerio durante el reinado de Josías
(2ª Crónicas 34). Esta mujer fue usada por Dios para enseñar su voluntad a un
rey, a un Sumo Sacerdote y a todo un pueblo, promoviendo una reforma religiosa
de gran alcance.
El Antiguo
Testamento relata, además, la vida de varias mujeres que alteraron el curso de
la historia: entre ellas, Ester y, especialmente, Débora a quien se nos presentó
en su doble condición de profetisa y juez. El pueblo estaba haciendo frente a
tres clases de dificultades: desintegración religiosa, derrota militar y falta
de liderazgo político adecuado para resolver los problemas del pueblo. La
respuesta de Dios a su clamor, en una sociedad patriarcal, fue una mujer. Como
profetisa ella asumió el liderazgo espiritual y como juez ejerció poder político
y judicial. Bajo su mandato el pueblo de Israel gozó de 40 años de paz.
El Antiguo
Testamento también muestra ejemplos de esposas que ejercieron el liderazgo en
el gobierno de su familia. En el primer caso, vemos nada menos que a Dios diciéndole
a Abraham que, en contra de lo que era su opinión, hiciera caso de lo que Sara
le decía en cuanto a su hijo Ismael (Génesis 21:9-12).
Otro ejemplo lo
tenemos en el caso de los padres de Sansón. Cuando el Ángel del Señor se
aparece para anunciar el nacimiento de un niño que liberará al pueblo de
Israel, no lo hace al padre, sino a la madre. ¿Por qué Dios no transmitió un
mensaje tan importante al que se suponía que era el líder espiritual de la
familia? A lo largo del diálogo se aprecia que Manoa era el menos preparado de
los dos, tanto a nivel de conocimiento, como de madurez espiritual y es por eso
que Dios se dirige a ella, que es la mejor preparada para asumir dicho mensaje.
Encontramos
también el caso de una mujer que se negó a aceptar la decisión de su marido y
tomó otra opuesta a la de él, con la bendición de Dios. Se trata de Abigail.
En el relato no se presenta como algo reprobable la actuación de Abigail,
contraviniendo las órdenes de su marido. Por el contrario, David vio en ello la
mano de Dios.
Estos ejemplos
arrojan serias dudas sobre la teoría de que la mujer no puede asumir el
liderazgo, por imperativo divino. En las Escrituras no encontramos la
desaprobación de Dios, ni su condena, a la actuación de mujeres que ejercieron
posiciones de liderazgo, ya fuera en la familia, en la vida civil o en la esfera
religiosa.
2. El
liderazgo de la mujer en el Nuevo Testamento
Pasemos ahora
al Nuevo Testamento, donde una lectura androcéntrica y una exégesis, en muchos
casos incorrecta, ha dejado en el anonimato a muchas mujeres que ejercieron
labores de liderazgo.
Uno de los
ejemplos más llamativos quizá sea el de Junia, a quien Pablo menciona en
Romanos 16:7, donde la saluda junto a Andrónico, diciendo que "son muy
estimados entre los apóstoles". A lo largo de los siglos se ha pretendido
convertir a Junia en varón, por considerar que una persona que hubiera ejercido
tal autoridad en la iglesia primitiva no podía ser mujer. Sin embargo, tanto Orígenes,
que vivió al final del siglo II, como Jerónimo y Juan Crisóstomo, que
vivieron en el siglo IV, en sus comentarios la consideran como una mujer. El
primer comentarista que la consideró como hombre fue Aegidus de Roma, hacia
finales del siglo XIII.
Por otra parte,
Junia es un nombre latino de mujer, por lo que aquellos que la convirtieron en
hombre le añadieron una "s" al final y concluyeron que era un
diminutivo de Junianus. El único problema es que en latín los diminutivos se
hacen alargando el nombre y no reduciéndolo. Además, si tal fuera el caso, se
encontrarían en fuentes extrabíblicas varones con este nombre, cosa que no
ocurre. Lo que sí se encuentran son casos de mujeres que llevaban el nombre de
Junia.
Afortunadamente,
en la actualidad son pocos los exégetas que siguen manteniendo que Junia fuera
un hombre, aunque la mayoría de ellos no llegan a asumir las implicaciones
practicas que tal afirmación tiene, por ejemplo, en el tema del liderazgo de la
mujer en la iglesia, convirtiendo tal descubrimiento en un puro ejercicio de
erudición bíblica, en vez de aceptar esa realidad pasada como cuestionadora de
la realidad presente.
Otro ejemplo de
cómo se ha querido ensombrecer el papel que las mujeres tuvieron en la iglesia
primitiva, en este caso negando la importancia de su liderazgo, es el de Febe,
la portadora de la carta de Pablo a la iglesia de Roma. Pablo usa dos palabras
para describirla: "diakonos" y "prostátis".
La primera
palabra "diakonos", que aparece en masculino, cuando Pablo la usa para
referirse a sí mismo o a otros como Timoteo, Epafras o Apolos, la mayoría de
los intérpretes traducen la palabra como "ministros" dedicados a la
obra de predicación y enseñanza de la Palabra. Sin embargo, para algunos,
simplemente porque Febe es una mujer, no puede ser llamada "ministro",
aunque no hay ningún argumento lingüístico para hacer distinciones entre ella
y otros ministros varones.
El concepto de
diácono o diaconisa como persona que hace un trabajo principalmente de carácter
social y administrativo, formando una orden menor dentro de la jerarquía
ministerial, no existía en aquel momento. Fue a partir del siglo II, cuando
aparece lo que se llama el episcopado monárquico, es decir, el gobierno de una
iglesia por un solo obispo, que escogía al clero subordinado, formado por presbíteros
y diáconos. Tanto Ignacio de Antioquía, a principios del siglo, como Hipólito,
al final del mismo, no justificaban sus ideas por mandamientos del Señor o por
autoridad bíblica, lo mismo que Jerónimo, para quien el episcopado jerárquico
es el resultado de la costumbre, pero no de la revelación.
Por tanto,
pensar en Febe como diaconisa encargada de asuntos de carácter social, como
visitar a los enfermos, o ayudar en la distribución de alimentos, es minimizar
su ministerio, proyectando de manera inconsciente al siglo primero las tareas
ejercidas por las diaconisas en siglos posteriores.
Es interesante,
además, analizar otro de los términos aplicados por Pablo a Febe: "prostátis".
Esta palabra significa "alguien que se pone al frente, alguien que
preside". Tanto en la literatura extrabíblica como en todo el Nuevo
Testamento, esta palabra se usa para hacer referencia a alguien que está
ejerciendo una posición de autoridad, y no labores secundarias. Pablo usa la
forma verbal de esta palabra para describir a los que dirigen y presiden la
congregación (1ª Tesalonicenses 5:12; Romanos 12:8; 1ª Timoteo 5:17). Los
Padres de la Iglesia usaban la forma masculina de "prostátis" para
describir a aquellos que presidían en la comunión. Josefo la usa para
referirse al líder de una nación, una tribu o una región.
Por otra parte,
cuando en 1ª de Timoteo se mencionan los requisitos de los diáconos, llama la
atención que sean prácticamente los mismos que los de los ancianos, por lo que
se puede concluir que sus funciones estaban muy relacionadas. De estos
requisitos hay dos que indican función. El primero es el don de guiar
("gobiernen bien sus hijos y sus casas"). El segundo, se descuida
generalmente. Tiene que "guardar el misterio de la fe". La palabra
guardar es la traducción de la palabra griega "exeinti", que se usaba
para designar a una persona a quien se le encargaba algo, a quien le incumbía
el llevarlo, observarlo, ejecutarlo y cumplirlo. Es decir, el diácono no sólo
tenía que conocer y comprender el evangelio y el plan de salvación, sino que
también tenía una parte importante en su proclamación al mundo. Esto se hace
más claro en la última característica mencionada: "gran confianza en la
fe". La palabra "parresía" que la Reina-Valera traduce como
"confianza" significa "facilidad de palabra". También puede
significar "hablar en público" (Juan 18:20), características que son
más apropiadas para aquellos que se dedican al ministerio de la predicación y
enseñanza, que a tareas sociales o administrativas.
Por tanto, en
la iglesia primitiva el/la "diakonos" no era una persona dedicada a
dichas tareas. La jerarquización que hoy conocemos por la que el diácono o la
diaconisa en la práctica es menor, por ejemplo, que el anciano, no existe ni
tiene fundamento en el Nuevo Testamento. Es interesante que Pablo usa
indistintamente el término anciano y obispo. Esta última palabra significa
literalmente "el que preside o supervisa" y para referirse a Febe usa
la palabra "prostates", que significa "el que está al frente,
preside o dirige", y "diakonos", que significa
"ministro". Es evidente que todos estos términos estaban
relacionados. Si el hecho de que Pablo use algunos de estos términos para
referirse a una mujer choca con otros textos del mismo apóstol que parecen
restringir el ministerio de la mujer en la iglesia, esto nos obliga a comprobar
si la exégesis de dichos textos es correcta puesto que la Palabra no puede
contradecirse.
En realidad, no
hay ningún argumento lingüístico para hacer distinciones entre Febe y otros
"ministros" varones, por lo que los traductores y exégetas que le
niegan tal derecho, están imponiendo una interpretación teológica al texto,
que por ser más deductiva que inductiva tiene el peligro de alejarse de la
verdad. Tal reflexión siempre debe hacerse con posterioridad al análisis lingüístico,
al del contexto, al de los pasajes paralelos y al del fondo histórico, y no con
anterioridad.
El caso de
Febe, como mujer que ejercía funciones ministeriales relacionadas con la
predicación de la Palabra y la enseñanza, no era una excepción. Veamos en
primer lugar el caso de Priscila. Pablo usa la palabra "sunergon" para
referirse a ella y a Aquila, su marido. Esta palabra, que se suele traducir como
"colaborador" la usa también para referirse a Timoteo, Silas, Apolos,
Tito, Epafrodito, etc.
La palabra
"sunergon" puede significar simplemente "ayudante" si se usa
en el caso dativo. Pero en el caso genitivo, que Pablo siempre usa para
referirse a estas personas, significa "alguien del mismo oficio". Por
tanto, para Pablo el colaborador es más que un ayudante, es alguien que él
considera un colega situado en una posición de autoridad similar a la suya
propia. Y Pablo llama a Priscila "sunergon", con lo cual podemos decir
que la está considerando una colega, alguien en su misma posición.
En 1ª
Corintios 16:16 Pablo dice algo más sobre estas personas: "Os ruego que os
sujetéis a todos los que ayudan (sunergonti) y trabajan". Por tanto,
Priscila, que es una "sunergon", es alguien a quien otros deben
someterse. Es lo que hizo Apolos cuando Priscila lo instruyó en las cuestiones
doctrinales que desconocía, a pesar de ser un varón elocuente y poderoso en
las Escrituras.
La sujeción
que Pablo demanda no es la obediencia debida a un superior jerárquico, derivada
de la misma naturaleza desigual de dicha relación, sino que es la aceptación
voluntaria de los criterios de aquellos que "ayudan y trabajan",
independientemente de sí son hombres o mujeres, porque no es la propia
naturaleza del hecho, es decir, el ser líder o el ser varón, que determina el
que otros se sujeten a ellos, sino el deseo voluntario de proponerse a la
consideración de otra persona, puesta allí por Dios para su perfeccionamiento.
Así lo entendió Apolos.
Pablo menciona
también a cuatro mujeres que trabajaban en la obra del Señor: María, Trifena,
Trifos y Pérsida (Romanos 16:6,12). El verbo que usa Pablo para referirse a
estas mujeres es "kopiao". Pablo recomienda a los Corintios, como
hemos visto anteriormente, que se sujeten a personas como ellos, es decir, a los
que ayudan y trabajan (kopiounti).
En 1ª
Tesalonicenses 5:12 vuelve a insistir en la misma idea: "Os ruego,
hermanos, que reconozcáis a los que trabajan (kopiountas) entre vosotros y os
presiden en el Señor y os amonestan". Es decir, los que
"trabajan" son los que están dedicados al ministerio, son los que
presiden y amonestan, y son personas a quienes hay que sujetarse y reconocer.
Entre estas personas Pablo menciona a estas cuatro mujeres.
¿Por qué, entonces, las mujeres
hoy día no pueden predicar, si el primer mensaje del cristianismo fue
encomendado a mujeres directamente por Jesús, si en la iglesia primitiva podían
profetizar, lo mismo que en el Antiguo Pacto, si estaban al frente de iglesias,
y el apóstol Pablo las consideraba sus colegas en el ministerio? ¿Por qué hoy
día no pueden ejercer posiciones de liderazgo si tanto en el Antiguo Testamento
como en el Nuevo Testamento vemos ejemplos de mujeres que fueron puestas en esa
posición por Dios mismo, al concederle los dones necesarios?
ALGUNOS TEXTOS
CLAVES: 1ª CORINTIOS Y 1ª TIMOTEO.
Pasemos ahora
al estudio de aquellos textos que tradicionalmente se han usado para apoyar la
posición de subordinación de la mujer y, por tanto, limitar su ministerio
dentro de la iglesia. Muchos de estos textos están llenos de notorias
dificultades exegéticas. Sin embargo, estas dificultades nunca han sido un obstáculo
para que se hayan usado a modo de prisma a través del cual interpretar todos
los demás, aunque de acuerdo con el principio de analogía de la fe, todo
pasaje, en especial si es oscuro, ha de examinarse a la luz de los demás,
presididos por los más claros y recurriendo a todos los datos que nos ofrece la
Escritura.
1ª
Corintios 11 y 14
En primer lugar
vamos a analizar la exégesis que tradicionalmente se ha hecho de 1ª Corintios
11:2-16, y algunos de los problemas que plantea el interpretar este pasaje desde
un punto de vista jerárquico, como si Dios estuviera estableciendo una cadena
de mando.
Un escritor
inspirado como Pablo sabe exactamente cómo describir una jerarquía en una
escala de importancia decreciente. Si estuviera describiendo una cadena de
mando, es evidente que trastocó el orden de dicha jerarquía de poder. Empieza
con Cristo-hombre, lo cual en una jerarquía de poder estaría en segundo lugar,
continúa con hombre-mujer, lo cual estaría en tercer lugar, y termina con
Dios-Cristo, que debería estar en primera posición.
Si entendemos
que la palabra "cabeza" significa "autoridad" encontramos
otro problema, si cabe más grave. Pablo dice que "Dios es la cabeza de
Cristo", con lo cual debemos concluir, al estar el verbo en forma presente,
que antes de su encarnación, durante la misma, y en estos momentos, después de
su resurrección y ascensión, Cristo continúa bajo la autoridad de Dios.
Aunque los que defienden el sentido de autoridad para la palabra
"cabeza", en el caso de Cristo, normalmente lo interpretan como
referencia a su voluntaria sumisión durante su encarnación, eso requeriría
que el verbo estuviera en pasado.
Creemos que el
sentido de este texto ha sido desfigurado porque desde el primer momento se ha
examinado a través de la interpretación dogmática. Así, una idea teológica
previa ha producido una interpretación acrítica del texto, obligándosele a
decir lo que su autor no tenía en mente cuando lo escribió. Sin embargo, la
verdadera exégesis consiste en que el exégeta saque del texto el pensamiento
del autor y no al revés. Por ello, el análisis lingüístico debe preceder a
la interpretación teológica.
La palabra
"kefalé" era usada en el mundo secular y religioso griego con el
significado de "fuente" u "origen", y no con el de
"gobernante". Este hecho lo confirma la traducción al griego del
texto hebreo del Antiguo Testamento conocido como la Septuaginta. La palabra
hebrea para cabeza "ros", comúnmente usada para líder o gobernante,
es traducida al griego por otra palabra diferente a "kefalé" más de
150 veces.
Otra constatación
de que en griego no se usaba esta palabra en el sentido de autoridad, la tenemos
cuando analizamos las palabras que aparecen en el Nuevo Testamento para
referirse a personas que estaban en posiciones de autoridad.
-
En general, se una la palabra "arché" o "hegemon", y sus derivados. En ningún caso se menciona el término "kefalé".
-
Para hablar del "cabeza de familia" se una la palabra "oikodespotes" (Lucas 13:25; 22:11). Es interesante notar que Pablo usa la forma verbal de esta palabra cuando recomienda a las viudas jóvenes que se casen, críen hijos y "gobiernen su casa" (1ª Timoteo 5:14), con lo cual vemos que para Pablo, el "gobierno" no era algo exclusivo de los hombres. El verbo significa "ser cabeza o guía de una familia" y lo aplica tanto a hombres como a mujeres.
Por otra parte,
cuando Pablo habla de los dones espirituales en 1ª Corintios 12, comparándolos
con las diferentes partes del cuerpo, no le da ninguna connotación especial a
la cabeza, a la que cita como una parte más del mismo, comparándola con los
pies. Si Pablo hubiera entendido el término cabeza como hoy lo entienden
quienes hacen una interpretación jerárquica del mismo, no lo habría puesto
como un ejemplo más para enseñar el concepto de diversidad dentro de la
unidad. Cita, además, el ojo y la oreja como partes del cuerpo, con lo cual es
evidente que para él la cabeza no era una parte diferente del cuerpo dotada de
una capacidad rectora, y que cuando atribuye a Cristo el término
"cabeza" no lo entendía en sentido jerárquico sino de origen. Cristo
es el origen del cuerpo, que incluye la cabeza como parte del mismo, que es la
iglesia.
Es interesante
también analizar otros textos donde aparece la palabra "kefalé" para
determinar su sentido. Por ejemplo, la expresión "Kefalé gonias" que
se suele traducir como "piedra angular" (Mateo 21; 42; Marcos 12:10;
Hechos 4:11; 1ª Pedro 2:7). Esta expresión hace referencia a la parte de los
cimientos del edificio, de donde éste surge y se fundamenta. La yuxtaposición
de "fundamento" y "piedra angular" en Efesios 2:20 confirma
la idea de que en griego la palabra "kefalé" se usaba en el sentido
de "origen" y no de "autoridad".
En realidad, la
única ocasión en que aparece la palabra "autoridad" en este pasaje
es para hablar de la autoridad de la mujer (verso 10). El término usado es
"exousia", que aparece 103 veces en el Nuevo Testamento, siempre en
voz activa, con lo cual la expresión "tener autoridad sobre" no se
refiere nunca a una autoridad externa diferente del sujeto de la oración. Su
significado es claro en todos los casos (Marcos 6:7; Lucas 19:17; Apocalipsis
2:26, etc.), excepto en este texto, donde la mujer, que es el sujeto, no es la
que ejerce la autoridad, sino que es objeto de dicha autoridad. La única razón
para entenderlo así, no es el análisis lingüístico del término, sino el
supuesto previo de que la mujer no puede ejercer ningún tipo de autoridad, ni
siquiera sobre ella misma.
En realidad, el
tema en estos versos no es el diferente status de hombres y mujeres en términos
de señorío y sumisión, pues tanto el hombre como la mujer se describen
ejerciendo el mismo ministerio al profetizar (versos 4 y 5). Si Pablo hubiera
querido enseñar la subordinación de la mujer en virtud de la primacía del
hombre en la creación, lo propio habría sido prohibir a la mujer el ejercicio
del liderazgo al profetizar. El profetizar era el segundo ministerio en cuanto a
autoridad, como aparece definido en el Nuevo Testamento. Era un rol difícilmente
aplicable a los miembros subordinados de la congregación. El hecho de que Pablo
no haga tal prohibición indica que la subordinación no es el tema de este
pasaje.
El tema no son
los diferentes roles de hombres y mujeres, sino el protocolo en la adoración.
Pablo probablemente quiere combatir ciertos conceptos que estaban arraigados en
la sociedad corintia, debido a la práctica existente en ciertos cultos paganos
de cambio ritual de sexo, como en los cultos a Cibeles y a Dionisos. Pablo no
quiere que se confunda la nueva libertad en Cristo, donde ya no hay ni judío ni
gentil, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer, con este cambio ritual de sexos
practicados por los paganos.
Por otra parte,
también quiere dejar claro que la mujer no es un ser inferior ni maligno, como
defendían los filósofos de la época. En el contexto de una iglesia formada
por personas que tenían arraigadas estas creencias, las afirmaciones de Pablo
en este pasaje van encaminadas a afirmar la común humanidad de hombres y
mujeres. La mujer fue formada de la misma sustancia que el hombre y compartía
las mismas cualidades, sin menoscabo de las diferencias externas que a ambos
caracterizaban y cuya desaparición resultaban indecorosas.
Para Pablo, el
estado de descontrol y desorden que reinaba en la iglesia de Corinto, podía
provocar confusión si un desconocido entraba durante la celebración del culto,
porque podía pensar que estaban bajo la misma locura de los que adoraban a
Dionisos. Por otra parte, la mayoría de las mujeres, tanto judías como
gentiles, no recibían instrucción religiosa, por lo que era normal que durante
los cultos preguntaran cuando no entendían lo que estaba sucediendo, creando
mayor confusión todavía. Es en este contexto que hay que entender el capítulo
14 de 1ª de Corintios. A tres grupos diferentes les pide que guarden silencio:
a los que hablan en lenguas sin que haya un intérprete, a los que profetizan al
mismo tiempo, y a las mujeres. En los dos últimos casos Pablo les exhorta al
autocontrol (versículos 32 y 34), usando el mismo verbo "hupotasso",
que en voz media indica que la persona realice la acción sobre sí misma. Esta
idea normalmente aparece en las traducciones del verso 32, pero no así en las
del 34. ¿Cómo es posible traducir el mismo verbo de forma tan diferente cuando
se refiere a las mujeres? La única explicación es que el traductor está
imponiendo sobre el texto sus supuestos teológicos. Literalmente el texto dice:
"que las mujeres se controlen a sí mismas, como la ley dice".
Los eruditos bíblicos
han tratado de encontrar tal ley en el Antiguo Testamento o en la tradición judía,
sin conseguirlo. La razón es que Pablo no está aludiendo a la Ley con mayúscula,
como traduce la Reina-Valera. Sería inconcebible que Pablo, el gran defensor de
la gracia frente a la ley, acudiera a hora a ella. Pero, además, es que no hay
ni un solo texto en el Antiguo Testamento que afirme tal cosa.
En realidad,
parece que Pablo estaba haciendo referencia a la ley civil de la sociedad
Greco-Romana, que ponía límites a los excesos de ciertas prácticas
religiosas, especialmente llevadas a cabo por mujeres. Algún culto, como el de
Isis, era considerado políticamente como peligroso, ya que proclamaba la
igualdad entre hombres y mujeres, algo que socavaba los fundamentos de la
sociedad de la época. El Senado Romano también tomó acciones en contra del
culto a Dionisos, uno de los más populares entre las mujeres, que a veces
usaban la religión como un medio de protesta y de hostilidad hacia los hombres.
Se entiende, por tanto, el interés de Pablo porque las reuniones de los
cristianos no pudieran confundirse con estos cultos, incumpliendo las leyes y
provocando escándalo. Y en este contexto hay que entender este pasaje.
De ninguna de
las maneras puede significar que las mujeres debían abstenerse de ministrar con
sus dones en la iglesia, puesto que en el capítulo 11 habla del atuendo
adecuado para aquellas que oran o profetizan en la iglesia. En el capítulo 14,
verso 34, posiblemente está exhortando al autocontrol a aquellas mujeres que
proferían gritos sagrados al estilo de sus religiones de origen. El verbo
"laleo" que aquí se traduce como "hablar", puede ser usado
para hacer cualquier tipo de ruido y es usado repetidamente en este capítulo
para describir palabras incomprensibles (verso 9). En el verso 35 puede estar
haciendo referencia a las conversaciones privadas de las mujeres durante cultos
o ceremonias donde no entendían lo que estaba sucediendo. Por eso dice Pablo
que pregunten a sus maridos en casa.
En realidad,
Pablo rompe aquí una lanza a favor de las mujeres, a quienes considera capaces
de autocontrol y con derecho a ser instruidas, cosa que les negaba la sociedad
de su época. Él aboga porque pregunten y aprendan, aunque de forma que no
alteren el orden en los cultos. El guardar silencio no significaba
necesariamente abstenerse por completo de hablar, sino prestar atención a lo
que otra persona estaba diciendo, como se puede apreciar en Hechos 12:17;
15:12,13; 21:40; 22:2. El "guardar silencio" de 1ª Corintios 14:34 no
significa, por tanto, que las mujeres estén excluidas del liderazgo espiritual.
1ª Timoteo
2:8-15
Este pasaje,
especialmente el verso 12, es el más usado para negar a las mujeres la
posibilidad de ejercer el ministerio de enseñanza en la iglesia. Es interesante
notar que se trata de la única doctrina importante de la Biblia que se basa en
un solo versículo, y que la comprensión de este verso depende fundamentalmente
de la traducción de un solo verbo, cuyo significado no está claro, y que es
usado una sola vez en todo el Nuevo Testamento. Esto, sin embargo, no es obstáculo
para que muchos interpreten todos los pasajes que hablan del ministerio de la
mujer a través de la óptica de este verso.
Veamos algunos
de los problemas que plantea la interpretación tradicional:
Ya hemos visto
que a lo largo de la Biblia aparecen mujeres en posición de liderazgo, con la
bendición de Dios, y el reconocimiento de los que las rodeaban.
Si se
interpretan los versos 13 y 14 en el sentido de que la superioridad del hombre
procede del hecho de haber sido creado primero, como hemos visto anteriormente,
el texto de la creación no le da ninguna significación a este hecho. El relato
de Génesis muestra que tanto el hombre como la mujer fueron comisionados
igualmente por Dios para ejercer dominio sobre la tierra, sin ninguna referencia
a la existencia de roles jerárquicos entre ellos.
Si la razón
para la prohibición es que las mujeres, como Eva, son crédulas y fácilmente
engañables, por lo que no deben enseñar o dirigir, este argumento no se
sostiene, ya que en momentos cruciales de la historia del pueblo de Dios,
surgieron una serie de mujeres que hicieron frente a problemas que los hombres
no habían sabido solucionar (1ª Samuel 25:3-35; 2ª Samuel 14:2-23; 20:16-22;
Jueces 4; Ester 8:17; 9:11-12; 29-32). Por otra parte, supondría sostener que
la mujer, por naturaleza, es inferior.
Interpretar
este pasaje en el sentido de que las mujeres deben continuar siendo castigadas
por el pecado de Eva, representa una seria contradicción teológica. De acuerdo
con 1ª Juan 1:9 "Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para
perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad", por lo que esto
afecta a todos los redimidos por la sangre de Cristo, y no sólo a la mitad de
los mismos. Por otra parte, ¿por qué los hombres no son responsables del
pecado de Adán, y las mujeres sí lo son por el de Eva? 1ª Timoteo 2:11-15 no
puede ser, a la luz del resto de las Escrituras, un decreto de castigo perpetuo
y universal para todas las mujeres.
Por último, el
Nuevo Testamento enseña que "tenemos dones diferentes, según la gracia
que nos es dada" (Romanos 12:6), no según el sexo.
En el caso que
nos ocupa, creemos que el horizonte cultural del texto es fundamental para una
exégesis correcta del mismo. Así, aunque generalmente se piensa que 1ª
Timoteo fue escrita como un manual sobre gobierno eclesiástico para una iglesia
que no era muy distinta de la nuestra, la realidad es diferente. 1ª Timoteo es
una carta personal, dirigida a un joven ministro que se está enfrentando a una
serie de problemas concretos en una iglesia concreta. Debido a que la carta hace
referencia a problemas conocidos tanto por el escritor como por el receptor de
la misma, éstos no se describen en su totalidad, lo cual dificulta la comprensión
por parte del lector actual que tiene que inferirlos de las respuestas de Pablo,
si quiere entender éstas últimas. De ahí la importancia de entender el
contexto y las doctrinas falsas que algunos estaban difundiendo. Estas enseñanzas
se caracterizaban por especulaciones inútiles y deseo de controversia (1ª
Timoteo 1:4; 6:4; 2ª Timoteo 2:23), rechazo del matrimonio y abstinencia de
ciertos alimentos (1ª Timoteo 4:3), prácticas inmorales (1ª Timoteo 4:2), dar
mucha importancia a genealogías y mitos (1ª Timoteo 1:4; 3:9) y negar la
resurrección del cuerpo (2ª Timoteo 2:18).
Todas estas
creencias se ajustan bastante al Gnosticismo, movimiento religioso sincrético
que tuvo sus primeras manifestaciones en el siglo I, y que floreció con
esplendor en el siglo II. La mención que se hace en 1ª Timoteo 1:6; 6:20; y 2ª
Timoteo 2:16 de discusiones inútiles, vana palabrería y los argumentos de la
falsamente llamada ciencia ("gnosis", de donde se deriva la palabra
"gnosticismo"), es interesante porque los escritos Gnósticos están
llenos de pensamientos ilógicos y de ideas sin sentido.
Pero si
queremos encontrar el auténtico mensaje de este pasaje, debemos tener en cuenta
una serie de consideraciones relacionadas no sólo con el contexto, sino también
con la gramática y con los términos usados en el texto. En primer lugar, es
importante notar el significado de la presencia o ausencia del artículo en este
pasaje, ya que en griego la presencia del mismo indica identidad y la ausencia
enfatiza la cualidad o el carácter.
En el verso 11
no hay artículo, con lo cual la mujer que no se está comportando
correctamente, es la que debe "aprender en silencio con toda sujeción"
(a Dios). Pablo está estableciendo en este verso la vía por la cual aquel tipo
de mujer puede y debe ser restaurada. No es un mandato universal y atemporal.
En el verso 14
aparece el artículo delante de "mujer". Este uso del artículo,
llamado de mención previa, hace referencia a Eva. Cuando no se interpreta
correctamente este uso del artículo, la conclusión a la que se llega es que la
mujer, por el simple hecho de serlo, es susceptible de ser engañada, y por lo
tanto inferior al hombre. Es evidente que aquellos que entienden este texto en
sentido genérico, pero al mismo tiempo no creen en la inferioridad de la mujer,
están en clara contradicción.
Pasemos ahora a
aun análisis más detallado del verso 11. Pablo exhorta aquí a las mujeres que
tenían un comportamiento inadecuado a aprender en silencio, con toda sujeción.
Esto que muchos han interpretado como algo denigratorio para la mujer, en
realidad es todo lo contrario. Aunque en Deuteronomio 31:12 Moisés encomendó
que se congregara a todo el pueblo, incluidas las mujeres, para enseñarles la
Ley, con el paso del tiempo a las mujeres les fue vetado el aprender la Torah, y
participar en las actividades que se celebraban en las sinagogas. La única
esfera de la mujer era el hogar. Ahora Pablo, siguiendo el ejemplo de Jesús,
exhorta a que las mujeres aprendan, algo que la mujer griega también tenía
vetado. Este aprendizaje debía hacerse en silencio, porque es la actitud
necesaria para cualquiera que esté aprendiendo. La palabra que se usa en
griego, "besuchia", no significa refrenarse de hablar, sino que
significa estar en quietud, la quietud necesaria para meditar o estudiar. Por
eso, cuando Pablo le dice a las mujeres de la Iglesia de Corinto que guarden
silencio, usa otro verbo, que es "sigao", ya que en este caso se
trataba de abstenerse de hablar porque estaban interrumpiendo con sus preguntas.
En cuanto al
sentido auténtico de la expresión "con toda sujeción", observamos,
en primer lugar, que dicha sumisión, dado el contexto, no es al marido ni a los
hombres en general, sino a los maestros, especialmente a Pablo y Timoteo. En vez
de someterse a los falsos maestros deben hacerlo a aquellos que enseñan la sana
doctrina. En segundo lugar, la ausencia del artículo indica otra cualidad de
dicho aprendizaje. La palabra sujeción es la forma nominal del verbo "hupotassomai"
que hace referencia a la disposición voluntaria de ser receptivo a las
necesidades de los otros, en este caso la necesidad que tienen los maestros de
comunicar sus enseñanzas sin ruidos molestos y con la debida atención.
Pasemos ahora
al verso 12. Si entendemos que Pablo está prohibiendo a todas las mujeres el
enseñar a cualquier hombre, encontraremos que esta interpretación se
contradice con numerosos textos del mismo Pablo (2ª Timoteo 2:2; Colosenses
3:16; 1ª Corintios 14:3, 26, 31, etc.). Por otra parte, en las Cartas
Pastorales el verbo "didaskein" se une en contextos que expresan o
implican el contenido de la enseñanza, ya sea para hablar de la falsa doctrina,
o de la enseñanza de la verdad. Si en el verso 12 se refiere a la enseñanza en
general es la única vez que ocurre en las Pastorales. Por todo ello, debemos
concluir que lo que está prohibiendo Pablo es que ciertas mujeres enseñen una
doctrina errónea.
¿De qué
doctrina se trata? La clave está en el tercer verbo que aparece en este verso,
"authentein". El problema es que esta palabra aparece únicamente en
este texto, y su significado varió con el paso del tiempo, con lo cual resulta
realmente difícil saber su significado exacto en este contexto. Puede
significar "usurpar, dominar, gobernar, ser responsable de un asesinato,
proclamarse a sí mismo el autor u originador de algo, etc.". En el caso de
que aquí significara "ejercer dominio sobre", Pablo no estaría
haciendo otra cosa que recordarles las palabras de Jesús a sus discípulos
cuando les exhorta a ser siervos en vez de "ejercer autoridad" unos
sobre otros, como hacían los gobernantes de los gentiles (Mateo 20:25). En esta
misma línea, Pedro amonesta a los ancianos que no apacienten a la grey de Dios
como "teniendo señorío" sobre los que están bajo su cuidado (1ª
Pedro 5:3). Se trataría, pues, de la enseñanza de un principio general,
aplicado en este caso particular a las mujeres. En el verso 8, se da la
circunstancia contraria, ya que se dirige de forma particular a los hombres,
pero puede decirse que la enseñanza de orar sin ira ni contienda es de aplicación
general.
El último
verbo del verso 12 "einai en hesuchia", estar en quietud, en armonía,
refuerza la idea de servicio que debe caracterizar las relaciones entre
hermanos, sean del sexo que sean, en conformidad con las enseñanzas de Jesús.
La enseñanza que se hacía ejerciendo dominio propiciaba ira y contienda.
Esta es una
posible interpretación. Sin embargo, el verso siguiente, y especialmente su
nexo de unión "gar", permite otra interpretación. "Gar" es
una conjunción que, dependiendo del contexto, puede ser causal o explicativa.
Tradicionalmente se le ha interpretado como causal (porque), resultando el verso
14, interpretado en clave de prioridad temporal y de prioridad de culpa, la
causa por la cual las mujeres, en general, no pueden enseñar a los hombres ni
ejercer liderazgo. Sin embargo, tal exégesis es totalmente contraria al relato
de la Creación, como hemos visto, y se opone al resto de las Escrituras, por lo
que es evidente que no se trata de una partícula causal. Por otra parte, esta
partícula enlaza los versos 13, 14 y 15 con los anteriores, y su significado
debe depender de la relación de éstos últimos con los versos 8 al 12, y no al
revés.
Desde esta
perspectiva, y considerando "gar" una partícula explicativa, y "authentein"
en su acepción de "autor u originador", se entendería que lo que
Pablo está prohibiendo es que la mujer enseñe o se proclame autora y
originadora del hombre. En la zona de Asia Menor, lo femenino era considerado
como la fuente de la vida. La Gran madre recibía diferentes nombres, uno de
ellos era Artemisa, la diosa que se adoraba en Éfeso como Diana, cuyo templo
era una de las siete maravillas del mundo. A veces se la identificaba también
con Eva, a la que los mitos gnósticos consideraban como la que trajo la vida y
el conocimiento a Adán. Por eso, el verso 13 puede entenderse como una refutación
de dicha enseñanza. Se le prohibe a las mujeres que enseñen que la actividad
femenina dio la vida al hombre, porque, de acuerdo con las Escrituras Adán fue
creado primero. Por otra parte, Eva no trajo el conocimiento (gnosis), sino que,
siendo engañada, cayó en transgresión.
Por lo tanto, los versos 13 y 14 no
son la razón por la cual las mujeres no pueden ejercer el liderazgo, sino que
se trata más bien de la refutación de una herejía ampliamente difundida en la
zona por los mitos gnósticos o protognósticos que glorificaban a Eva. Esta
interpretación, por otra parte, armoniza con otros ejemplos en los que Pablo
primero indica la herejía y después la refuta: 1ª Corintios 15:12-57; 1ª
Timoteo 4:3-5: 2ª Timoteo 2:17-19; Romanos 3:8.
CONCLUSIÓN
Para concluir,
podemos decir que un estudio de todas las Escrituras y en especial de lo que
Pablo realmente escribió, demuestra que él no relegó a la mujer a una posición
de subordinación dentro de la iglesia. Él realmente desafió los roles
sociales que desempeñaban las mujeres en su tiempo, y la filosofía y teología
que los sustentaban. Sin embargo, sus palabras han sido interpretadas de forma
que se usan para defender esos mismos roles. ¿Cómo pudo ocurrir tal cambio?
Creemos que la respuesta está en el hecho de que la iglesia postapostólica
interpretó sus escritos a través de la cultura y costumbres de su época. En
un sentido, leyeron a Pablo a través de los ojos de Aristóteles, de Platón,
de los Estoicos, etc., que veían en la mujer a un ser inferior, nacido para
obedecer, necesitado de tutela e incapaz, por su propia naturaleza, de asumir
ninguna actividad que implicara el ejercicio de autoridad o liderazgo.
Esto fue
posible porque algunos de los llamados Padres de la Iglesia, como Orígenes,
entendieron que la filosofía era sólo una preparación para el cristianismo.
Su maestro, Clemente de Alejandría, sostenía que la filosofía era un don de
Dios, concedido a los griegos, como la ley a los judíos. Su uso, según él,
podía prestar importantes servicios al cristianismo. Con este criterio era
posible trasladar toda la cultura greco-latina al cristianismo y convertir a éste
en heredero de toda la cultura antigua, como en realidad sucedió.
Por otra parte,
a los cristianos se les solía acusar de ser una secta secreta, que ponía en
peligro la seguridad del Estado, que practicaba la magia, y toda clase de
supersticiones, y cuyos adeptos eran personas vulgares, incapaces de razonar, de
ahí que muchos de los Padres de la Iglesia pensaran que si el cristianismo quería
captar la atención de los intelectuales y de la cultura pagana en general, debía
asimilar la filosofía griega, por lo que empezaron a aplicar conceptos filosóficos
a la hora de interpretar las Escrituras.
De esta forma,
poco a poco, la teología cristiana fue produciendo una serie de
interpretaciones que eran realmente paganas en sus asunciones. Por ejemplo, la
mayoría de los Padres de la Iglesia, por influencia de los estoicos, que veían
en la mujer el origen del mal, enseñaron que el matrimonio iba en detrimento de
la vida espiritual. Agustín de Hipona y Jerónimo llegaron incluso a
cuestionarse si una persona casada podría ir al cielo. Igualmente, la
identificación de lo virtuoso con lo masculino, les llevó a negar que la mujer
pudiera ser imagen de Dios, ya que un ser inferior no podía reflejar la
excelencia de la imagen divina. Esta tendencia a interpretar las Escrituras a
través del punto de vista de la filosofía griega alcanzó su máxima expresión
con Tomás de Aquino, para quien "la virtud y la dignidad de la mujer es
por naturaleza menor que la del varón". Para Aquino, esta carencia
intelectual y moral de la mujer es la causa de que esté destinada por
naturaleza a vivir bajo la dirección y responsabilidad de un varón y,
asimismo, la causa de las tres reglas que el apóstol le manda guardar:
silencio, disciplina y sujeción. La prueba científica que Tomás de Aquino
aduce para explicar la imperfección somática, sensorial, intelectual y moral
de la mujer es que su constitución es más húmeda, más abundante de humores.
Evidentemente esta teoría no la sacó del relato de la creación sino de Aristóteles.
La influencia de Aquino, no sólo en la iglesia Católica, sino también en las
iglesias protestantes, ha hecho que durante siglos se hayan leído las palabras
de Pablo a través de los ojos de filósofos paganos.
Por tanto, el
hecho de que durante siglos las mujeres hayan sido relegadas de aquellos
ministerios que implicaban el ejercicio de liderazgo, se debe a la influencia
que ha ejercido una lectura sesgada de los escritos de Pablo, lectura basada en
los supuestos de la filosofía griega y no en la Revelación. Un estudio
cuidadoso del Nuevo Testamento demuestra que los ministerios y las posiciones de
liderazgo eran ejercidos en función de los dones recibidos y no en función del
sexo. Los testimonios acerca de Junia, Priscila, Febe, Evodia, Síntique,
Trifena, Trifosa, Pérsida, o la receptora de la segunda epístola de Juan,
demuestran que, en la iglesia primitiva, las mujeres tenían acceso a los mismos
ministerios que los
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